En algunos idiomas, la palabra para nombrar el azar y la oportunidad es la misma. En francés, por ejemplo, el término chance tiene esas dos acepciones. Y lo que diferencia a una de la otra es simplemente una cuestión de actitud. La primera es la pasiva, la del que espera sentado a que un golpe de fortuna llegue caído del cielo para solucionar sus problemas. La otra es activa, la de quien señala un objetivo y traza un plan para conquistarlo. Sobre este tema charlé junto a Beatriz G. Manso, redactora de la revista Mujer Hoy, dando lugar a un artículo que cada vez que lo leo, me arranca una sonrisa.
La receta de la buena estrella
Elena Huerga es experta en Recursos Humanos y coach especializada en desarrollo profesional y búsqueda de empleo, y su propia trayectoria es un magnífico ejemplo de lo que significa labrarse su propia suerte. Ella tenía un buen puesto en el sector de la banca, uno de esos trabajos para toda la vida, con un buen salario y un horario envidiable. Se sentía segura, pero poco realizada, así que decidió dar un golpe de timón a su vida y cambiar de rumbo aventurándose fuera de su zona de confort. Lo dejó todo, se arriesgó y se labró un nuevo futuro en el campo del coaching y los recursos humanos.
Su experiencia y la de las muchas personas a las que ha ayudado a retomar las riendas de su vida
profesional le han dejado claro que la suerte puede provocarse y que depende, fundamentalmente, de dos factores determinantes: “Estrategia y perseverancia son las dos claves para que salgan bien las cosas».
Ser estratega consiste en saber lo que quieres, cómo lo puedes conseguir, qué pasos te van a acercar a ese camino. Y, por otro lado, es necesario ser perseverante y no dejar de visualizar el objetivo y apostar; así es más fácil que la suerte nos acompañe. Esos han sido mis dos grandes aliados, aunque también he tenido golpes de suerte, cosas que me han caído del cielo sin mucho esfuerzo y que han sido fantásticas.
Que te pille trabajando… Otra de sus conclusiones fue que la gente con suerte está convencida de que el futuro está lleno de buena fortuna. El optimismo les ayuda a persistir cuando fracasan y a no renunciar tras los errores. Mientras que repetirse a uno mismo que tiene mala suerte y que todo saldrá mal, conduce al desánimo y al temor de intentarlo siquiera.
“En mi caso, tenía miedo de estar tirando al traste un trabajo tranquilo y emprender un proyecto que no sabía cómo iba a salir –explica Elena Huerga–. Pero, simplemente, la ilusión pudo más. Me daba más miedo continuar en la senda en la que estaba. El miedo siempre pulula y cada uno intenta aparcarlo con armas distintas”. Armas que, por cierto, también pueden aprenderse y trabajarse.
Porque puede que parezca que a los suertudos todo les cae del cielo, pero lo cierto es que de manera más o menos consciente, están creando todo tipo de estrategias para aumentar sus posibilidades de atraer la buena fortuna. Abriendo sus mentes a lo inesperado, rompiendo rutinas, venciendo el miedo y trabajando sus relaciones y contactos. Están creando las circunstancias y sembrando oportunidades.